Capitulo Siete. "El Juicio de Anubis".


La oscuridad no es ausencia de luz, sino una presencia viva... Así lo sintió Nefer Setkme cuando cruzó las puertas de una cámara sin nombre, escondida en lo más profundo del templo, donde los ecos no rebotaban, sino que susurran. Aquel lugar no existía en los mapas ni en las memorias comunes. Solo lo conocían quienes habían sido llamados por Anubis… en sueños.


Fue durante el eclipse del año, cuando el sol se ocultó con un suspiro y el día pareció respirar en sombra, que Nefer  fue guiada, sin palabras, hacia aquel lugar. No llevaba más que una antorcha temblorosa y el escarabajo dorado colgando de su cuello. Las paredes del pasaje estaban cubiertas de ojos que no parpadeaban, de chacales que parecían moverse si uno dejaba de mirar. El aire olía a mirra, humedad… y destino.

En el centro de la cámara, una losa negra la esperaba. En ella, la figura de Anubis, de pie, con la palma extendida. Nefer entendió lo que debía hacer. Con respeto, colocó su escarabajo sobre la mano esculpida. La piedra vibró. Una frecuencia sagrada llenó el recinto.

Y entonces, la voz. No tenía forma ni sonido. Era conciencia hablándole desde adentro:

—¿Estás lista para mirar tus muertes sin temerles?

Antes de que su pensamiento pudiera formular una respuesta, fue arrancada de sí. Su conciencia se deslizó hacia un desierto nocturno, donde los chacales caminaban a su lado. En el horizonte, una balanza de luz y sombra. En una mano llevaba una pluma. En la otra, su corazón. Cada paso que daba era una vida recordada: fue guerrera en una ciudad sitiada, esclava en un imperio caído, sanadora entre ruinas, sombra en una época sin Dioses.

Todas sus versiones marchaban con ella, como un ejército de espejos.

Anubis apareció. No como juez, sino como guardián. Como hermano de su alma. Su mirada decía todo lo que ningún Dios había dicho jamás:

—Tu alma ha sido pesada muchas veces. Y cada vez has vuelto con más luz. Pero esta puede ser tu última danza... si así lo eliges.

Una tristeza ancestral se abrió paso en Nefer Setkme. No por el fin del ciclo, sino por la comprensión profunda: su viaje no era solo suyo. Era un mapa. Un faro. Una antorcha encendida para otras almas aún perdidas en la noche.

Despertó sobre el suelo. No recordaba haber llorado, pero las lágrimas estaban secas en sus mejillas. El escarabajo, ahora tibio, tenía un nuevo símbolo grabado: un ojo, rodeado por chacales.

Desde aquel día, hablaba menos. Pero veía más.

Los muertos comenzaban a buscarla. No para ser llorados, sino para ser escuchados. No venían por lamentos, sino por guía. Porque quien ha cruzado al limite de Anubis ya no le teme a la muerte. Le teme al olvido.

Y entonces, la pregunta que flota sobre el alma como una balanza eterna:

¿Tememos morir… o tememos que nadie recuerde lo que fuimos?

¿Es la muerte el final…
…o es el olvido la verdadera oscuridad? es la pregunta que dejo hoy para ti...


                                                Williams Ravello...


Entradas populares