Capitulo Nueve. "La Memoria de los Astros".


    Hay un momento en la vida de toda alma que ha despertado donde ya no busca respuestas… y es porque empezamos a escuchar el lenguaje de las estrellas.

Después del encuentro con el Guardián del Espejo, Nefer Setkme comenzó a percibir el mundo de forma distinta. No con los ojos físicos, sino con una sensibilidad que provenía del centro de su alma. Cada piedra parecía vibrar, cada estrella era un símbolo, cada sombra una metáfora del infinito.

Las noches dejaron de ser oscuras. Se convirtieron en mapas.

Y en uno de esos cielos despejados, bajo el silencio de la noche en Tebas, comprendió:

"El universo no estaba afuera. El universo era ella misma recordando".

Comenzó a meditar en lo alto del templo, sobre una plataforma donde los sabios antiguos decían que los Dioses bajaban a conversar. Allí, noche tras noche, se entregaba al cielo con los ojos cerrados. No para dormir, sino para ver con el alma. Y en ese estado, las constelaciones hablaban. No con palabras, sino con pulsos, imágenes, frecuencias.

Cada estrella de Orion le reveló un camino, un origen, un eco de familia perdida.

No eran simplemente estrellas. Eran memorias. Fragmentos de sí misma dispersos en el tiempo cósmico.

Una noche, mientras entonaba un canto olvidado en el tiempo, una energía descendió. No como luz, sino como una presencia. El aire se tornó más denso, más claro, más verdadero. Y una voz –más antigua que Egipto, más joven que el sol naciente– habló dentro de su ser:

—La conciencia es el portal. El instante presente es la eternidad comprimida.

Y en ese momento Nefer Setkme entendió la clave:

Estar aquí y ahora, plenamente despierta, era el acto más sagrado del cosmos.

Porque en ese estado, cada célula, cada aliento, cada pensamiento… era una oración viva.

Ser consciente de sí misma como alma reencarnada no era un peso, ni un destino… era una responsabilidad luminosa.

Ser consciente significaba recordar todas las veces que nació y murió, y aun así, seguir eligiendo amar.

Significaba saber que sus heridas no eran solo suyas, sino de generaciones, de linajes, de planetas incluso.

Significaba aceptar que cada ser que cruzaba su camino era un reflejo del universo queriendo conocerse a sí mismo.

Y así, entre constelaciones y suspiros del Nilo, escribió en su corazón una verdad indeleble:

“Yo soy un astro encarnado.

Una estrella que camina.

Un fragmento de la fuente viviendo la experiencia del olvido… para volver a recordar.”

Desde ese momento, cada acción, por más simple que fuera —dar agua, tocar un rostro, entonar un canto— se convirtió en un acto casi ritual.

Porque todo estaba unido.

Porque no había separación...

Y así, al comprender la sintonía perfecta del universo en su interior, Nefer Setkme se convirtió no en una seguidora de los astros… sino en una de sus memorias encarnadas.

Una viajera estelar… despierta al milagro de ser humana...

...Por eso para finalizar este capitulo es hora de que empieces a ser consiente y escuches lo que tu estrella te habla, de seguro hay fragmentos de ti mismo que has sentido como “olvidado”... y hoy pide ser recordado...

El universo esta grabado en nuestros cuerpos, somos estrellas encarnadas, solo te falta preguntarte que mensaje quieres portar en tu luz...

 

                                       Williams Ravello... 

 

 


     


 

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